Llevo casi un año viviendo en Alemania y todavía me siguen sorprendiendo los alemanes.
La semana pasada fui a Hanover con mi marido a comprar unas cosas y a cenar. Teníamos intención de pasear un poco pero eran las 19 horas, hacía -4.5º (con una sensación térmica de -1000ºC) y teníamos hambre.
Hay una cadena de restaurantes aquí en Alemania que nos gusta bastante. El restaurante al que vamos siempre nos pillaba en la otra dirección, pero había otro cerca de donde estábamos. Dentro había dos televisiones con la imagen del fuego de una chimenea. El efecto psicológico que causaba hacía que te sintieses más calentito.
Mi marido y yo pedimos dos platos típicamente alemanes: una currywurst y un schnitzel y, mientras estábamos comiendo, vi que se movía algo a mis pies. Me quedé mirándolo varios segundos. Hasta que no desapareció de mi vista, y mi cerebro fue capaz de procesar lo que realmente era y dar el mensaje de transmitirlo, no fui capaz de decir, en el tono más neutral: ¡¡un ratón!!
Mi marido se agachó, lo vio y llamamos a la camarera. Le dijimos: perdona, hay un ratón. Bueno, en realidad yo creía que había dicho: “ratón”, pero en vez de decir mouse eché mano del “inglés inventao” y dije moose, así que el resultado fue que solté: “Hay un alce, un alce pequeño pero un alce”…
La camarera dijo: ¡¡Nooooo!!??? Y casi la tenemos que consolar a ella del susto…
Luego su compañera dijo: “Sí. Lo he visto”. Como si eso fuese a justificar el hecho de que hubiese un ratón paseándose entre los pies de los clientes…
Después, pasaron una fregona por el pasillo y pusieron a desinfectar las escaleras del fondo.
No hubo drama. Ni indignación. Ni quejas. Ni reclamaciones. Ni siquiera justificaciones o disculpas por parte del personal del restaurante. ¡¡Naaaa!!
La gente de las mesas de alrededor ni se inmutaron. Nadie dijo ni comentó nada. El ambiente del sitio siguió igual…
Yo me imagino al pobre chef Ratatouille, que el pobre ha preparado mi wurst con todo su cariño, amor y comprensión, y encima de que viene a ver qué nos parece su comida, le señalamos y le delatamos.
Una de las veces en que volvió a parecer, hubo un momento en que dije: ¡Mira! ¡Ahí está! Pero lo hice en un tono tan agudo, que le asusté y del brinco tan grande que pegó y lo cerca que estaba de mí, creí que se me desmayaba encima.
Al final no me dio tiempo de despedirme de él y asegurarle que la comida estaba muy buena…
P. D.: Me he pasado a las redes sociales. Podéis formar parte del grupo “Madrileños en Alemania” y ver todas las cosas que publicamos y comentamos diariamente . La dirección es: http://es-es.facebook.com/pages/Madrile%C3%B1os-en-Alemania/157075827740749
Os esperamos. ¡Un beso muy fuerte! Sobre todo para nuestros dos amigos que se han tomado mi recurso literario al pie de la letra y se han quedado embazados. ¡Eso no es literatura! jejeje .
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