domingo, 4 de diciembre de 2011

Aghhhhh… ¡¡Ayuda!!

 

Holaaa!!!

¡Madre mía! ¡¡Cuánto tiempo!! Pido disculpas por la tardanza. No tengo excusa… Pero el tiempo no ha pasado en balde: tengo muchas muchas novedades. Y, sobre todo, muchas fotos nuevas…

La primera noticia no es buena… Kiara ha vuelto a Ecuador, así que aunque siga formando parte del blog, ya no está aquí conmigo Triste. La echaré de menos en los paseos por Minden, las sesiones de fotos, cuando tome Glühwein

 

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(tú fuíste la primera con quien lo probé Guiño), en la clase de alemán (ya no habrá quién critique mi acento españolísmo)…

Antes de irse le pasó algo… Algo que le molestó y de lo que luego nos reímos (aunque desgraciadamente no a partes iguales): todo depende de cómo te pillen estas cosas… El caso es que no pensé que me fuese a pasar a mí algo parecido, al menos tan pronto… Pero así ha sido…

El miércoles la nevera estaba medio vacía y como veía que la promesa de mi marido de que iríamos a hacer la compra semanal juntos (a un supermercado grande y con el coche) no se cumplía y las existencias de víveres se iban reduciendo alarmantemente, me decidí a hacerla yo sola.

Hace unos meses mi marido se negó a comprarme un carro de la compra, así que inventé uno con lo que tenía por casa. Junté un carrito con ruedas que tenemos para llevar las maletas, una de las cestas de mi bici y una bolsa grande de plástico del supermercado… y tachán:

 

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Éste es mi compañero de compras! Hasta el miércoles, claro…

Normalmente el camino para ir al súper no es un sendero  de rosas. El suelo es de adoquines y las pequeñas ruedas del carro van pegando botes; pero a la vuelta, con el peso de la compra, se hace difícil llevarlo. El problema es que con motivo del mercadillo de Navidad, han puesto unos badenes que han hecho peligrar la suspensión de mi carro…

Muchos de los puestos del mercadillo tienen cables y mangueras que van a las las alcantarillas y, supongo que para que la gente no se tropiece, los han cubierto con unos trozos de caucho o plástico…

Al pasar uno de esos badenes, mi carro perdió el control, se torció y la bolsa de plástico que llevaba encima se fue deslizando de forma circular por el mango hasta que acabó en el suelo. Y como iba tan llena, cuando fui a ponerla encima de la cesta de la bici, me di cuenta de que no tenía fuerza…

Tantas clases de artes marciales para que luego se me caiga el carro de la compra y no pueda ni llegar a casa (me quedaba la mitad del camino). Pensé en el “dar cera”-“quitar-cera”

 

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pero no me servía en este caso… Luego en el “me pongo la chaqueta”-“me quito la chaqueta”

 

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pero tampoco…

Esperé el tiempo prudencial a ver si alguien se apiadaba de mí(es decir: entre cinco y diez segundos)

 

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pero no fue así. Así que me agaché y empecé a tirar de la bolsa de plástico, como si de repente se fuese a reducir su peso o mi fuerza muscular, motivada por el incidente, fuera a incrementarse en un 400%.

Cuando mis ojos se empezaban a empañar y lejos de poner las cosa más fácil: se me enredaron las bolas de la bufanda con los pulpos del carro, oí una voz a mi espalda en inglés que me decía: “¿Puedo ayudarte?”

¡¡¡Jamás me ha sonado más hermoso el inglés que en ese momento…!!!!! ¡¡¡Pensé que si los ángeles hablasen debía ser en inglés y con esa voz!! Iba a contestarle pero ya tenía sus manos en el carro… Separó la bolsa de plástico del súper de mi actual enemigo (el carro) y cuando colocó las dos bolsas encima de la cesta y comprobó que no les pasaba nada, me deseó un buen día y se fue…

Cuando le di las gracias, ya estaba a metro y medio. Yo quería invitarle a una cerveza o algo mientras me quejaba del maldito badén que había provocado todo y lo miraba con mala cara y el ceño fruncido (como hacemos todos los españoles cuando nos tropezamos o nos damos un golpe) y quedarme con las caras de todos los que estaban bebiendo Glühwein en el puestecito de mi desgracia y no movieron un dedo por ayudarme… Pero él se había ido…

Así que sólo me quedan dos cosas por decir:

1. Gracias a todas esas personas que ayudan de forma altruista a los demás, sin esperar nada a cambio. Como dice Reverte, a todos esos héroes que pasan por nuestro lado cada día sin que sepamos que lo son… “Tipos normales, como usted o como yo. Gente de infantería. Obsérvelos de reojo y con respeto, porque nunca se sabe”.

2. Si en algún momento necesitáis ayuda en Alemania, no esperéis a que os la presten: gritad ¡Hilfe! (Se pronuncia /jilfe/).

 

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Kiara se cayó en las escaleras de un instituto y se quedó tirada, en el suelo, gritando de dolor. Mucha gente pasaba por su lado pero nadie la ayudó. Al llegar a casa, su familia alemana le dijo: “¿Pero tú pediste ayuda?” Y ella dijo: “¡No!” Y ellos le contestaron: “Claro, es que si no pides ayuda, la gente no te ayuda. Los alemanes somos así…” .

 

Muchos besitos y hasta muy pronto!!

 

P. D.: Mi marido ha prometido comprarme un carro de la compra…

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